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La oración litúrgica y la oración privada


Del libro Teología de la perfección cristiana, de A. Royo Marín O.P, ed. BAC


La oración litúrgica


Según Royo Marín siguiendo su obra “Teología de la perfección cristiana” 1 , «la oración litúrgica ocupa objetivamente el primer lugar entre todas las demás clases de oración que el cristiano puede practicar. Es la oración oficial de la Iglesia, en la que interviene todo el Cuerpo Místico de Cristo con su divina Cabeza al frente […]. Juntamente con el Santo Sacrificio de la Misa, con el que se relaciona íntimamente, la oración litúrgica constituye la expresión más completa de la religión» (pág. 642).


Nos va explicando el teólogo que «el fundamento último de la excelencia del oficio divino es el canto eterno del Verbo divino en el seno del Padre. El Verbo es el himno sublime que Dios se canta a sí mismo eternamente y que brota de los abismos insondables de su propia divinidad. Dios Padre se complace infinitamente en Él, puesto que expresa exhaustivamente sus infinitas perfecciones. No tiene necesidad de ninguna otra alabanza, ya que es imposible añadir absolutamente nada a la glorificación infinita que el Padre recibe del Verbo en unión con el Espíritu Santo en el seno de la Trinidad Beatísima […]» (pág. 642-643).


«Además de la alabanza divina, que es su finalidad primaria, la oración litúrgica se convierte para el que la recita debidamente en fuente inagotable de gracias y en un medio de santificación personal […] porque la liturgia nos ofrece bellísimas fórmulas de oración, de súplica o petición […] y durante la recitación del oficio divino se multiplican los actos de fe, esperanza, caridad, paciencia, humildad, etc. […] Además, la liturgia nos pone delante la persona y los misterios de Cristo a través del año litúrgico. Todo nos conduce a contemplar a Jesús y acercarnos íntimamente a Él. […] Para ello, es preciso recitar la oración litúrgica atentamente y devotamente, con el mayor ímpetu posible de caridad y en unión íntima con Cristo, cabeza del Cuerpo místico, y de toda la Iglesia militante, purgante y triunfante» (pág. 643-644).



La oración privada


Según nos explica el teólogo «si grande es la importancia de la oración litúrgica, no es menor la eficacia santificadora de la oración privada, entendiendo por tal, principalmente, la oración mental practicada en el recogimiento y la soledad» (pág. 646). Según Royo Marín, «ambas formas de oración […] se complementan y benefician mutuamente, siendo la oración mental el mejor fruto de la litúrgica, y a su vez, su mejor preparación» (pág. 646).


Podemos definir la oración mental «como la aplicación razonada de la mente a una verdad sobrenatural para convencernos de ella y movernos a amarla y practicarla con la ayuda de la gracia […]» (pág. 661).


«Las materias ordinarias que es conveniente meditar son las que unen al alma con Dios, la mantienen en la fiel observancia de sus mandamientos y la ayudan a santificar su vida» (pág. 670).


«Los principiantes insistirán ante todo en las materias que puedan inspirarles aversión al pecado (novísimos, necesidad de purificarse… etc.); las almas adelantadas encontrarán pasto abundantísimo en la vida y pasión de nuestro Señor; y las muy unidas a Dios, en realidad no tienen ni necesitan materia […]» (pág. 669).


«Toda meditación bien hecha ha de terminar en un propósito y en una plegaria: un propósito

enérgico de llevar a la práctica las consecuencias que se desprenden de aquella verdad o misterio

que hemos considerado y amado y una plegaria a Dios pidiéndole su gracia y bendición para

poderlo cumplir, ya que nada absolutamente podemos hacer sin Él» (pág. 662).


Según el teólogo, «el conocimiento de sí mismo, la humildad profunda, el recogimiento y soledad,

la mortificación de los sentidos y otras muchas cosas absolutamente necesarias para caminar hacia

la perfección, apenas se conciben ni son posibles moralmente sin una vida seria de meditación bien

preparada y asimilada» (págs. 663-664).


 

1 Antonio ROYO MARÍN, Teología de la perfección cristiana (BAC, Madrid r 2018). El resaltado de los textos es nuestro.

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